Llegue tarde. Nací diez días después de mi nacimiento por eso mi presente nunca es pasado. Siempre me pregunto hacia donde voy. Constantemente he estado sometido a unas inclinaciones y a unas tendencias compartidas con una intencionalidad irremediable.
Soy adicto a la mano, ella marca la meta a cumplir, inventa figuraciones y me introduce en periodos de asombro, en obsesiones por los restos como ejercicio intelectual. No aprendí a utilizar paleta de colores si no herramientas. Tanto los pinceles, como los tubos de colores, el soporte, u otros utensilios; no son más que intenciones dentro de una magia directa para dar forma a las sensaciones, con un efecto denso y de momento discreto. Esto diríamos, carece de definición.
Trabajo los materiales ricos de pobrezas y de soledades. Reconstruyo permanentemente. Me invade una ética de la virtud que me ayuda a distinguir los sabores de la belleza.
Procuro relacionarme instintivamente con la verdad. El decorado es el trabajo, las luces la experiencia y el guión la contemplación.
Algo me domina y me sopla el pulso. Me condiciona el olor a madera, el sentir la espalda sobre la hierba viendo pasar las nubes y las formas luminosas y sombrías. Nunca me determino por nada. Aprecio los contrarios y me dirijo hacia la felicidad.